Dios te salve, Maria

María Magdalena, más allá de una figura bíblica, de la puta histórica, la amante divina, la lavadora de piés, es una nueva marca de moda. Es, como su antihéroe, rompedora, descarada, y nos ayuda en la redención.

María Magdalena es una lepera con un par de ovarios, que mezcla la cultura urbana con los simbolos y tradiciones de antaño. Es cañí. Es koreana. Es la hostia.

Al ver sus colecciones, su estética y su mensaje, me siento identificada. Como si la María del pasado hubiera tenido los ovariso que tuvo Alejandra Jaime para meterse en Diseño y hacer lo que le salió del potorro.

Quizás ya sabéis quién es, quizás no. Con dos colecciones en la calle, We are Cattle e Integración, me puedo aventurar a decir que será grande. Porque no sólo de Palomo Spain vive el hombre - del que hablaré en futuras publicaciones.

WE ARE CATTLE es poca vergüenza. Entrañas, cerdos y memes. Un intento por hacer una llamada de atención al espectador, o más bien un jarro de agua fría. En su fashion film, las continuas referencias a Tiempos Modernos de Chaplin, esta vez con una protagonista femenina, nos vuelven a llamar a levantarnos y descarriarnos del ganado.
 Las prendas, con figuras oversize, entrañas y figuras salientes, recuerdan a un futuro distópico donde somos ganado del sistema. Atención a los pendientes.





En INTEGRACIÓN, la diseñadora onuvense explora su vena más cañí y trapera evocando la Sevilla del 2000. Sí, trapera, con las connotaciones negativas que adquiere este término ahora. Mezcla texturas y aboga por las formas ceñidas con mangas y faldas abullonadas. Metales, pieles, satenes y vírgenes bordadas.
Esta colección, para mí, tiene menos consistencia, pero sigue la línea de la tradición folclórica del sur.



Es cierto que las colecciones pueden parecer poco ponibles para la compradora de Zara de a pie, pero no estoy aquí para encarar a Maria Magdalena como marca de a pie, sino como obra artística y performance conceptual. De nuevo, ascendemos la moda al mundo celestial con un poco de arte profano, para qué negarlo.

Un besi, y que Dios nos pille confesados.

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